La falta de Sol o Rayos UVA baja tus niveles de Vitamina D (Previene 17 tipos de cancer)

¿Y por qué me falta tanta energía durante el invierno?


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La vitamina que adquirimos del sol
- Thinkstock LLC/Picture Quest

Desde hace unas cuantas semanas que al reloj le movieron las agujas para atrás y tú no sientes más que un deseo incontenible de construir una cueva en tu cama, llenarla con unas cuantas cobijas y quedarte allí, hibernando hasta que llegue la primavera.

¿Suena exagerado, verdad? Pero, estos días cortos con sus noches tan largas, te cambian la rutina y ahora, en vez de buscar cualquier excusa para pasar tiempo afuera, sólo consigues justificación para correr a casa, abrigarte y dejar que el sofá se apodere de tu cuerpo. Un buen chocolate caliente y tu programa favorito en la tele son tus herramientas secretas para deshacerte de esa pesadez continua, de ese cansancio extremo.

¿Será que esta sensación de fatiga durante el invierno es normal? ¿O será que simplemente cedemos ante el frío y nos acostumbramos a sentirnos de una manera que no es normal?
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El sol sale para todos… ¡aún en el invierno!!

Por supuesto que una ligera cobardía y algo de letargo a la hora de enfrentar el frío, es normal. A medida que las temperaturas bajan, la incomodidad al aire libre aumenta y sin darnos cuenta, vamos reduciendo nuestras actividades en exteriores, recibiendo cada día menos sol directo.

¡¡Sol!! La estrella grande que acompaña a nuestro planeta o en este caso su ausencia, puede ser la causa de tu cansancio extremo durante el invierno, algo que muchos en el hemisferio norte conocen como la “depresión del invierno o trastorno afectivo-estacional”.

Resulta ser que cuando los días se hacen mas cortos, nuestro ciclo de sueño se ve afectado y aunque duermas el mismo número de horas, tu cuerpo no está expuesto a la misma cantidad de luz. Eso inmediatamente le indica a nuestro cerebro que debe producir más melatonina, la hormona que regula el sueño y te hace sentir soñoliento.

Es por ello que cuando el sol se pone más temprano, nuestro cuerpo también quiere irse a la cama más temprano, creando esa inaguantable sensación de fatiga, casi siempre en las primeras horas de la noche.

Así pues, un ligero cansancio o pesadez en el cuerpo de vez en cuando es normal, pero una fatiga constante, letargo y depresión, no.

Adiós a la fatiga

La respuesta a toda esa incomodidad durante el invierno puede que se deba a un solo ingrediente que está faltando en la química perfecta de ese laboratorio que llamamos cuerpo, la vitamina D. Un aditivo que además de proveernos de huesos y musculatura fuertes, también incide en nuestro estado de ánimo y sistema inmunológico.

Conversamos con el Doctor Scott Weiss, fisiólogo del ejercicio y experto en fisioterapia, director de Bodhizone, quien nos comenta que en efecto “la disminución de la luz solar y nuestra tendencia a permanecer en sitios cerrados a causa del frío, especialmente en ambiente urbanos, conlleva a una deficiencia de vitamina D”.

Pero ¿cómo es eso? ¿Una vitamina que no se come? “Ciertamente la vitamina D, conocida como la sunshine vitamin o la vitamina del sol radiante, es sintetizada por el cuerpo a través del contacto con la luz directa del sol, específicamente de los rayos ultravioleta B, y es ésta la forma más importante y efectiva de suministro de la vitamina a nuestro organismo”, explica el doctor Weiss.

¿Cuánto sol necesito para arreglar mi ánimo?

Una epidemia de nuestros tiempos, como lo llama el doctor Weiss, la carencia de vitamina D en la población estadounidense no es chiste. Según sus investigaciones más del 75% de la población americana blanca, 90% de los latinos y 97% de los afroamericanos, padecen de bajos niveles de vitamina D.

Un problema que puede ser resuelto con un simple examen de sangre que determine nuestros niveles de vitamina D3 y una firme intención de ganarle la batalla al invierno, exponiéndonos tan sólo veinte minutos diariamente al sol.

Sin embargo, aunque el suplemento de vitamina D al organismo es menos efectivo a través de los alimentos, nunca está de más darle impulso manteniendo un consumo constante de alimentos como el salmón, atún, aceite de bacalao, hongos, queso ricotta y leche fortificada. En ausencia de éstos, siempre nos quedará el recurso de las píldoras vitamínicas y hasta las camas de bronceado con bombillas de espectro completo.

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